Llevamos ya dos semanas de este nuevo año y he pensado que estaría bien bajar un poco el ritmo, dejarnos de tanta ortografía, gramática y productividad y traeros una entrada algo más informal.
Para este pequeño descanso, me ha parecido interesante hablaros de mi día a día como correctora, de cómo me organizo el tiempo y de las tareas que conlleva un día normal de trabajo, más allá de las correcciones en sí; así podréis conocerme un poquito mejor, tanto a mí como esta profesión, y mirar un poco detrás de las cámaras. ¡Empezamos!
Por las mañanas… despacito
Mi día empieza con una taza de té y revisando las tareas que tengo apuntadas en la agenda. Soy una persona que sin agenda no sabe funcionar y se olvida de todo, así que es lo primero que hago al sentarme al escritorio. Me organizo en función de lo que tengo apuntado y añado las cosas que vea que tengo que atender a lo largo el día.
Lo primero que hago después de organizarme es abrir el correo electrónico. Suelo arrancar contestando mensajes y enviando aquellos que tengo pendientes: resuelvo dudas, envío presupuestos o facturas, atiendo a temas legales como los impuestos con mi gestoría… Además de revisar las redes sociales, por si alguien me ha contactado por allí.
Una vez ya he respondido a todo (lo que suele llevarme una media hora), atiendo a temas fiscales: si tengo que emitir nuevas facturas o presupuestos, controlar pagos recibidos y, en definitiva, llevar la contabilidad. Esto me ocupa en torno a una hora, porque las matemáticas y yo solo nos llevamos bien a ratos.
Mi tercera tarea de la mañana es el marketing. Ahora que tengo las redes sociales más paradas (en Instagram podéis leer por qué he decidido dejarlas de lado un tiempo), este tiempo lo dedico sobre todo al envío de currículums a editoriales, el envío de e-mails a entidades a las que pueden interesar mis servicios y a crear documentos que adjuntar en estos mensajes con información sobre mi trabajo.
Por último, trabajo en esta página web. Desde la escritura de entradas para el blog al manejo de los comentarios de spam (que, sorprendentemente, son muchos), pasando por la mejora de las secciones o la actualización de los apartados, intento «pasar la escoba» tan a menudo como puedo y que esté siempre perfecta, ya que va a ser lo primero que veáis cuando busquéis información sobre mis servicios.
Si estoy trabajando en algún e-book, dedicaría tiempo aquí a su escritura; pero, como no es algo que esté haciendo siempre, es una tarea bastante variable.
En general trabajo entre tres y cuatro horas por la mañana, en cosas que no tienen que ver con las correcciones en sí sino con todo lo que las rodea.
Por las tardes… productividad
La tarde comienza igual que las mañanas: con una taza de té y un repaso a la agenda, donde tacho las tareas que ya he realizado y me organizo para las siguientes.
Suelo dedicar las tardes a la corrección de textos por completo, y si tengo varios encargos divido el tiempo según aquellos que sean más urgentes, estén más cerca de la fecha de entrega o tengan preferencia sobre otros (por ejemplo, los que pertenecen a la tarifa plana). Por supuesto, cuando hablo de corrección también me refiero al otro servicio que ofrezco, el de edición de artículos científicos; en general, me dedico a todos los trabajos que tenga pendientes.
Ya os hablé del método pomodoro en la entrada sobre aplicaciones de productividad que subí hace muchísimo tiempo, y es el que aplico para poder «aguantar» el mayor tiempo posible corrigiendo sin que se me empiecen a juntar las letras: bloques de trabajo de veinticinco minutos con cinco minutos de descanso entre cada uno, y un descanso de diez o quince minutos (según lo cansada que esté) después de cuatro pomodoros.
Dependiendo de la carga de trabajo, suelo estar entre cinco y seis horas corrigiendo. Si tengo muchos encargos acumulados, sacrifico alguna de las tareas de la mañana y también corrijo antes del mediodía, pero hasta ahora creo que solo he tenido que hacerlo durante un par de semanas.
Yo me organizo de esta forma porque me cunden más las tardes que las mañanas, pero conozco compañeras que lo hacen al contrario: por la mañana se dedican al trabajo más «duro» (las correcciones propiamente dichas) y por las tardes a tareas más livianas como los correos electrónicos y la fiscalidad. Al final, cada una conocemos nuestros ritmos y nos adaptamos a ellos como mejor sabemos.
¿Qué os ha parecido? ¿Os ha resultado interesante? ¿Os gustaría que siguiera hablándoos de la parte de este trabajo que no se ve? ¡Hacédmelo saber en los comentarios!